lunes, 30 de noviembre de 2009
Cervantes 2009 A José Emilio Pacheco
Madrid. El poeta y ensayista mexicano José Emilio Pacheco ganó el premio Cervantes 2009, considerado el Nobel de las letras hispanas, anunció este lunes la ministra de Cultura española, Ángeles González-Sinde.
El premio Cervantes, dotado con 125 mil euros, está destinado a dar "público testimonio de admiración a la figura de un escritor que, con el conjunto de su obra, haya contribuido a enriquecer el legado literario hispánico", dijo la ministra española al leer el acta del jurado.
"José Emilio Pacheco lo hemos definido como el idioma entero", afirmó el presidente del jurado, José Antonio Pascual, en referencia a la elección del poeta mexicano.
"Es un poeta excepcional de la vida cotidiana, con una profundidad y una libertad en sus pensamientos, una capacidad de crear un mundo propio y un uso lingüístico impecable", añadió Pascual.
Nacido en la Ciudad de México en 1939, Pacheco ha cultivado distintos géneros en su obra, desde el cuento y la novela, hasta el ensayo y el periodismo.
El poeta argentino Juan Gelman, ganador del Cervantes en 2007 y miembro del actual jurado, aseguró por su parte sentirse "muy contento" de que la elección recayera en Pacheco, "una figura intelectual que no se repite mucho en América Latina, porque a sus dotes de poeta une las de narrador, crítico y periodista".
El literato mexicano, considerado uno de los principales poetas contemporáneos en América Latina, era considerado uno de los favoritos al galardón, después de que el año pasado el español Juan Marsé se hiciera con el Cervantes. Según una "ley no escrita", el premio debe rotar todos los años entre el continente americano y España.
Pacheco, que se formó en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y es desde entonces íntimo amigo del escritor Carlos Monsiváis, ha traducido además al español a autores como Samuel Beckett, Óscar Wilde y Tennesse Williams.
Para la crítica, su obra refleja una profunda preocupación ética, así como un especial interés por la realidad de la Ciudad de México, de la que también narra los horrores de la violencia.
En su país, ha sido reconocido también por su obra periodística, por la que recibió el Premio Nacional de Periodismo Literario y el de Periodismo Cultural Fernando Benítez.
Entre las más destacadas de sus creaciones se encuentran las novelas Las batallas en el desierto y El principio del placer, así como las antologías poéticas Tarde o temprano, Alta traición y Los elementos de la noche.
Pacheco es el cuarto autor mexicano que se hace con el máximo galardón de las letras hispanas. Antes, ya lo habían ganado Octavio Paz (1980), Carlos Fuentes (1987) y Sergio Pitol (2005). Entre los premiados se encuentran, entre otros, Jorge Luis Borges (1979), Mario Vargas Llosa (1994) y Camilo José Cela (1995).
Recientemente, Pacheco fue también galardonado en España con el Premio Reina Sofía de Poesía 2009.
miércoles, 25 de noviembre de 2009
LAS BATALLAS...
No, no puede ayudarme, señora.
...Eran las once. Pedí permiso para
ir al baño. Salí en secreto de la escuela. Toqué el timbre del
departamento 4. Una dos tres veces. Al fin me abrió Mariana: fresca,
hermosísima, sin maquillaje. Llevaba un kimono de seda. Tenía en la
mano un rastrillo como el de mi padre pero en miniatura. Cuando
llegué se estaba afeitando las axilas, las piernas. Por supuesto se
asombró al verme. Carlos, ¿qué haces aquí? ¿Le ha pasado algo a
Jim? No, no señora: Jim está muy bien, no pasa nada.
Nos sentamos en el sofá. Mariana cruzó las piernas. Por un
segundo el kimono se entreabrió levemente. Las rodillas, los muslos,
los senos, el vientre plano, el misterioso sexo escondido. No pasa
nada, repetí. Es que... No sé cómo decirle, señora. Me da tanta pena.
Qué va a pensar usted de mí. Carlos, de verdad no te entiendo. Me
parece muy extraño verte así y a esta hora. Deberías estar en clase,
¿no es cierto? Sí claro, pero es que ya no puedo, ya no pude. Me
escapé, me salí sin permiso. Si me cachan me expulsan. Nadie sabe
que estoy con usted. Por favor, no le vaya a decir a nadie que vine. Y
a Jim, se lo suplico, menos que a nadie. Prométalo.
Vamos a ver: ¿Por qué andas tan exaltado? ¿Ha ocurrido algo
malo en tu casa? ¿Tuviste algún problema en la escuela? ¿Quieres un
chocomilk, una cocacola, un poco de agua mineral? Ten confianza en
mí. Dime en qué forma puedo ayudarte.
No, no puede ayudarme, señora.
¿Por qué no, Carlitos?
Porque lo que vengo a decirle -ya de una vez, señora, y perdóneme
- es que estoy enamorado de usted.
Pensé que iba a reírse, a gritarme: estás loco. O bien: fuera de
aquí, voy a acusarte con tus padres y con tu profesor. Temí todo
esto: lo natural. Sin embargo Mariana no se indignó ni se burló. Se
quedó mirándome tristísima. Me tomó la mano (nunca voy a olvidar
que me tomó la mano) y me dijo:
Te entiendo, no sabes hasta qué punto. Ahora tú tienes que
comprenderme y darte cuenta de que eres un niño como mi hijo y yo
para ti soy una anciana: acabo de cumplir veintiocho años. De modo
que ni ahora ni nunca podrá haber nada entre nosotros. ¿Verdad que
me entiendes? No quiero que sufras. Te esperan tantas cosas malas,
pobrecito. Carlos, toma esto como algo divertido. Algo que cuando
crezcas puedas recordar con una sonrisa, no con resentimiento.
Vuelve a la casa con Jim y sigue tratándome como lo que soy: la
madre de tu mejor amigo. No dejes de venir con Jim, como si nada
hubiera ocurrido, para que se te pase la infatuation -perdón: el
enamoramiento- y no se convierta en un problema para ti, en un
drama capaz de hacerte daño toda tu vida.
Sentí ganas de llorar. Me contuve y dije: Tiene razón, señora.
Me doy cuenta de todo. Le agradezco mucho que se porte así.
Discúlpeme. De todos modos tenía que decírselo. Me iba a morir si no
se lo decía. No tengo nada que perdonarte, Carlos. Me gusta que seas
honesto y que enfrentes tus cosas. Por favor no le cuente a Jim. No le
diré, pierde cuidado.
Solté mi mano de la suya. Me levanté para salir. Entonces
Mariana me retuvo: Antes de que te vayas ¿puedo pedirte un favor?:
Déjame darte un beso. Y me dio un beso, un beso rápido, no en los
labios sino en las comisuras. Un beso como el que recibía Jim antes
de irse a la escuela. Me estremecí. No la besé. No dije nada. Bajé
corriendo las escaleras. En vez de regresar a clases caminé hasta
Insurgentes. Después llegué en una confusión total a mi casa.
Pretexté que estaba enfermo y quería acostarme.
Pero acababa de telefonear el profesor. Alarmados al ver que
no aparecía, me buscaron en los baños y por toda la escuela. Jim
afirmó: Debe de haber ido a visitar a mi mamá. ¿A estas horas? Sí:
Carlitos es un tipo muy raro. Quién sabe qué se trae. Yo creo que no
anda bien de la cabeza. Tiene un hermano gángster medioloco.
Mondragón y Jim fueron al departamento. Mariana confesó que
yo había estado allí unos minutos porque el viernes anterior olvidé mi
libro de historia. Y a Jim le dio rabia esta mentira. No sé cómo pero
vio claro todo y le explicó al profesor. Mondragón habló a la fábrica y
a la casa para contar lo que yo había hecho, aunque Mariana lo
negaba...........
viernes, 20 de noviembre de 2009
EL EVANGELIO SEGÚN RENÉ AVILÉS FABILA
¡yo tendré necesariamente que estar ahí!:
No he robado, no he matado, no he engañado a nadie…
cumplo con todos los requisitos!”
El evangelio según René Avilés.
Autor Fabila, René Avilés Fabila.
Colección La mosca muerta Plan C editores,
México 2009
El dia 29 de septiembre de 2009 en México D.F., se hace historia; así como lo hicieron los evangelistas, Mateo; Marcos; Lucas y Juan; después de la Resurrecciòn de Jesucristo. En pleno siglo XXI aparece el evangelio Según René Aviles Fabila y sale a la luz pública, en nombre de Cristo y presentado por apóstoles de las letras y las artes, cultura y ciencia.
Bajo los auspicios del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de las Bellas Artes, los escritores Bernardo Ruiz, Óscar de la Borbolla e Ignacio Trejo Fuentes acompañaron en el presídium de la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Artes a René Avilés Fabila para presentar el libro “El evangelio según René Avilés Fabila”, editado bajo el sello de Plan C editores.
En una sala abarrotada, Óscar de la Borbolla, dijo que el libro de René Avilés Fabila puede servir para hacer una relectura de la Biblia y de los evangelios y, así, la gente se dedique a pensar. Dijo, entre otras cosas que: “Hay libros que no se leen o si se hace, se coloca frente a ellos un prejuicio tan grande que impide leer lo que realmente dicen, unos son sagrados y otros —como El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha— son sacralizados. Entre los primeros están la Biblia, el Talmud, el Corán… y, alguna vez y para alguna gente, debió de haber estado el Popol Vuh (…) ¿Quién sería capaz de criticarlos?, ¿quién se atrevería a decir que alguno de ellos se le cae de las manos?”.
“René Avilés Fabila se ha atrevido para darnos —como Dios manda—, es decir como manda el sentido común a leer la Biblia y a ofrecernos las conclusiones (…) A mi juicio no se trata de un libro que necesariamente la desacralice, porque ¿quién ha dicho que un best-seller, como lo es la Biblia, que vende desde hace muchísimos años millones de ejemplares, deba ser tratado como objeto de culto: no lo hacen sus editores, ni sus compradores. Los editores tratan de cubrir el mercado y de ahí que haya ediciones de lujo, rústicas, ediciones abreviadas, simplificadas, ediciones con monitos y todas las variables imaginables a fin de sacarle, económicamente, todo el jugo posible”.
“Los compradores —agregó—, además de tratarla como adorno, como un pisapapeles que como un objeto que dejan que se ¿lo habrán leído alguna vez? Y, en el caso de haberlo hecho ¿lo leyeron durante horas, bostezando, o sin bostezar?, ¿en qué circunstancias lo leyeron?, ¿se habrán quedado dormidos a la mitad de la lectura o no? (…). El libro de René, lejos de desacralizar, es un libro moralizante y piadoso (…). El libro está escrito con una prosa clara, amena, con destellos de humorismo.”
Por ese tenor siguió para explicar que el texto de René es un todo orgánico que plantea al lector una exploración lógica, crítica de la Biblia y la necesidad de utilizar la inteligencia para hacerse una serie de interrogantes respecto a constatar la veracidad de la existencia de Dios y algunas otras verdades —tomadas como incuestionables— que el catolicismo y el cristianismo han sostenido a lo largo de la historia.