domingo, 21 de marzo de 2010

Votar por el PRD es, a partir de ahora, igual que sufragar por el PRI o por el PAN.

Desde fechas tan tempranas
como los primeros años noventa
del siglo pasado, se sabía o
se sospechaba que el Partido del Trabajo
(PT) era una creación de la perversa inteligencia
de Carlos Salinas de Gortari. Las
certezas o las sospechas provenían de la
marcada influencia en esa organización
de Raúl, hermano del usurpador.
Frente a las críticas públicas al carácter
de partido paraestatal (en su expresión salinista),
militantes y dirigentes decían que, en efecto, en el Partido del
Trabajo existía una corriente paraestatalista, pero que igualmente existía
una facción democrática, nacionalista y hasta revolucionaria.
Puede que así haya sido al comienzo. Un partido de origen y carácter
paraestatal en el que participaban cuadros políticos de izquierda más
o menos independiente y antisistémica. Mas con el tiempo y con los
Salinas caídos en desgracia y apestados, el Partido del Trabajo fue abandonando
su índole paraestatal para pasar a convertirse en una organización
oportunista.
Con este carácter oportunista, el PT ha participado y participa en
movimientos sociales y en procesos electorales con un discurso popular,
antiimperialista y antineoliberal, pero siempre bajo sospecha de virajes,
abandonos y afiliaciones extrañas e inexplicables.
Es cierto que los petistas acompañaron la candidatura presidencial
de López Obrador. Y es igualmente cierto que esa alianza parece seguir
vigente. Pero cada día que pasa aumentan las inquietudes, los temores,
las sospechas de que el PT abandone la causa del lopezobradorismo y,
en un nuevo acto oportunista, retorne a su pasado originario de partido
paraestatal.
Salvando las diferencias que haya que salvar, lo dicho para el Partido
del Trabajo cabe para Convergencia, pero sin las banderas de izquierda
que ornaban al PT. Una vida de oscilación permanente entre el franco
paraestatalismo y el oportunismo descarado. Y casi lo mismo puede
decirse del Partido Verde Ecologista de
México (PVEM): paraestatalismo y oportunismo
con estandarte ambientalista,
pero signado por el más vulgar mercantilismo.
En resumidas cuentas, más que un
partido, un membrete de alquiler al mejor
postor.
Al Partido Nueva Alianza (Panal) no se
le puede calificar, como a los anteriores, de
oportunista o mercader. Es simplemente
y en estricto sentido, un partido paraestatal: una agencia del Gobierno
para servir en los procesos electorales a los fines gubernamentales, sean
éstos los que sean.
A esa cuarteta de partidos, entre paraestatales, oportunistas o mercaderes,
se ha sumado ahora un quinto elemento: el Partido de la Revolución
Democrática (PRD). Abandonados los principios y propósitos
democráticos, nacionalistas, populares, antiimperialistas y revolucionarios
que le dieron origen, el PRD se ha convertido, por oportunismo
y mercantilismo, en un partido paraestatal de un régimen de extrema
derecha.
Trago amargo para las fuerzas políticas progresistas mexicanas. La
amplia, abigarrada y combativa fuerza social de izquierda se ha quedado
sin partido que la represente. El temido divorcio entre el movimiento
social lopezobradorista y su partido histórico, el PRD, es ya una triste
realidad.
Con la conversión del PRD en una organización derechista, las elecciones
han dejado de tener sentido para millones, para decenas de
millones de ciudadanos. Votar por el PRD es, a partir de ahora, igual que
sufragar por el PRI o por el PAN. Un mismo perro negro con tres collares
distintos. Ya no hay opción electoral de izquierda. Habrá que ver cómo se
comporta de aquí en adelante la izquierda social hoy sin opción electoral.
¿Se cruzará de brazos? ¿Dejará hacer, dejará pasar? El futuro, siempre
incierto, hoy se mira más incierto todavía.


POR: MIGUEL ÁNGEL FERRER